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Esta mañana acudí al debate de Salud y Dopaje organizado por la Agencia Estatal Antidopaje. Estuvieron presentes David Millar (el ciclista) y Michael Robinson (el de los Informes). El debate duró unas dos horas en las cuales David Millar nos contó su pasado oscuro. En comparación con la entrevista que ayer hizo Lance Armstrong, veo grandes diferencias, todas bajo mi punto de vista:

1. Armstrong se dopó, le pillaron y ha confesado todo. David Millar también se dopó, pero su sentimiento de culpabilidad era tan grande que mientras seguía compitiendo empezó a escribir su libro para liberarse y contar la verdad. Cuando le pillaron, también confesó.

2. Las declaraciones de Armstrong me han resultado lamentables. Es cierto que ha dicho la verdad, pero creo que era lo que tenía que hacer, tenía el imperativo categórico de decir la verdad y no más mentiras como había hecho hasta ahora (aunque bueno, peores casos hemos visto de deportistas que también les han pillado, han sido sancionados y aún así seguían mintiendo! Me entra la risa sólo de pensarlo). En sus declaraciones de intenciones no he visto a una persona arrepentida, a una persona reconociendo sus errores. Tampoco he escuchado la palabra salud por ninguna parte. Ya no sólo salud física, sino salud mental: ética, valores, principios. Sin embargó, Millar se dio cuenta del monstruo en el que se había convertido y hoy, he podido escuchar a un Millar llamándose a sí mismo estúpido, hablando de salud, de no ganar a toda consta y con la idea de transmitir este mensaje a los jóvenes deportistas para que no caigan en el mismo error que él. Es una persona que ha sabido reconocer un error y pedir perdón.

La actitud de Millar es valiente, imagino que habrá sido difícil todo su proceso de toma de conciencia y de dar el paso para acabar con el atleta tramposo que se estaba convirtiendo. En un momento dado alguien le ha hecho una sencilla pero gran pregunta: Por qué no dijiste que no al dopaje desde el principio? Esa es la clave: tener la suficiente valentía para decir NO desde el principio. Y para mí, los verdaderos deportistas VALIENTES son aquellos que no llegan a doparse nunca y que saben decir NO desde el principio. Ellos son los que deberían de subir al escenario y contar sus historias, ellos son los que deberían centrar los focos de los medios.

A raíz de las confesiones de Armstrong,  el espectador en general se ha sentido malhumorado, engañado, manipulado (twitter ardía con comentarios negativos). Espero que esto sirva para que la sociedad y los periodistas puedan ponerse en el lugar del atleta limpio y que sepan como nos sentimos. Ya no es solo un sentimiento de engaño y frustración, ya que también los tramposos nos roban momentos, medallas y dinero. Se ha abierto un poquito la caja de Pandora y espero que ahora mismo no sólo los deportistas limpios y la Agencia luchen contra el dopaje, sino que también lo hagan los periodistas, los organizadores, los sponsors y la sociedad en general. Si todos ponemos nuestro granito de arena, será más fácil.

Y por último me gustaría decir que hay dos tipos de barreras que limitan el bien y el mal. La primera es una barrera legal, es la ley que dice si eres culpable o inocente. Esta barrera es universal y te la imponen. Pero luego está la barrera personal, en la que tú mismo decides si eres inocente o culpable de algo sin necesidad de que nadie te lo imponga. Esa barrera es precisamente la barrera de tu moral, tu ética, tus valores y eres tú quien define esa barrera. Es una barrera diferente en cada individuo.

Para crecer como persona no hay que llegar al reto o al propósito que te marcas, sino que, durante el camino para llegar, tienes que convertirte en la persona capaz de merecer esos retos. Desde luego, Armstrong no creció como persona en los 7 títulos de ganador del Tour de Francia.

Como dijo en un momento del debate Michael Robinson: “cuando te acuestas con perros, te levantas con pulgas”.

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